miércoles, 3 de febrero de 2016

Esto de la distancia y las especies complica las cosas

Realmente no me había dado cuenta antes (como esas cosas a las que uno ya esta acostumbrado). En realidad fue Ceci la que me lo hizo notar, un poco indirectamente y otro poco muy directamente, que tenía yo, esta: no se si llamarla mala... o más bien rara costumbre de enamorarme-de-chicas-marcianas.

Y claro, verán: me siento algo atraído por el verde, las bocas de sonrisas incansables y pasionalmente verborragicas, también del glamour rebelde del ron con coca sin limón y esa obstinada sensación de inseguridad precoz careciente de fundamento que se contradice con una omnipotente actitud de llevarse el mundo por delante.
Ni hablar de esa sensualidad desprolija de miradas y tabaco negro.

Es importante aclarar: no puedo acercarme mucho a las marcianas. Sin traje espacial su radioactiva necesidad de deseo quemaría mi piel al instante, creando una parábola de tiempo y espacio que destruiría el universo al instante, (o tal vez no… suelo ser imparcialmente exagerado).
No he logrado aun abordar a estos fascinantes seres sin evidente conmoción. 
Por lo que solo procuro llamar su atención con involucionadas palabras a las que adorno con luces, colores y fantasías y ofrecérselas como humildes ofrendas a seres de otro planeta.
Esta costumbre u obsesión no es nada fácil de llevar para mi.
El solo hecho de su presencia me hace arruinar costosos teclados con baba, Por ejemplo.
O el, totalmente-soportable, dolor de cabeza que me causa el no pestañar si las tengo ante mi. Y es que no quiero perderme ni una micro-milésima de segundo de su imagen.

Me alucina la idea de que puedan ver el mundo desde la estratosfera y la forma en que hacen bastos planes para destruir la humanidad pero por alguna extraña razón nunca los llevan a cabo.
Además de todo esto, que no es poco, soy absolutamente consciente del peligro de mi afición; porque cuando los marcianos se ponen tristes se les da por zamparse a algún humano para sentirse mejor, y claro está que no quiero ser parte del menú de una marciano rencorosa.

Pese a esto contienen algo de vital valor para mi: esta sustancia, la esencia que me inspira, me ilumina y me enciende (en todos los sentidos), a la cual soy adicto voluntariamente.
Las marcianas, sin embargo, tienen una rara debilidad: persiguen imposibles.
Lamentablemente para ellas, su condición de seres magníficos no los salva de esta obstinada endeblez,

Y yo que soy un ninja de tesón y voluntad inquebrantable, aprovecho esa ventaja...

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